Todos los que trabajamos en educación sabemos que
mas allá de los métodos, es la personalidad y la capacidad profesional del
docente la que tiene mayor incidencia en un buen aprendizaje. Sabemos que el
docente, como cualquier profesional tiene gustos, deseos, y también rechazo por
algunos temas o áreas de la enseñanza, pero nosotros los profesores, tenemos
esta tarea importantísima en la que debemos seguir motivando a los alumnos fomentar el hábito de la lectura, pero no olvidemos
que el primer lugar en donde los niños comienzan con el gusto por la lectura es
en casa.
La lectura placentera pone en juego una serie de aspectos de la
personalidad que involucran el campo, no solo intelectual, sino también
socioemocional y aun corporal. La pregunta que se nos plantea es pues, ¿cómo
puede el maestro despertar el deseo de leer si el no tiene un buen vínculo con
la lectura?, y ¿cómo ayudarlo a reparar o elaborar esta problemática?
Revisar el vinculo del docente y la lectura quizás no nos sirva a los
efectos de modificarlo sustancialmente, pero, poder reconstruirlo y entenderlo
sin duda aliviara al docente y lo instrumentara para buscar técnicas y apoyos
didácticos para lograr una acción mas positiva en su labor.
En términos generales, el profesor
ejerce una fuerte influencia sobre la forma en que los alumnos llegan a considerar
el proceso de la educación en general, y el de la lectura como forma de
aprendizaje, en particular.
El maestro tiene la responsabilidad de
presentar a sus alumnos información, conocimientos e ideas que les permitan
aprender para resolver situaciones cotidianas. Asimismo, el docente influye en
las actitudes y valores de los estudiantes, con frecuencia, de manera
inconsciente; es decir los maestros no sólo transmiten conocimientos, sino
actitudes frente a dicho conocimiento.
Los profesores, se lo propongan o no, son para sus estudiantes modelos de los estilos, de las estrategias de aprendizaje que utilizan y de actitudes frente a los saberes.
Los profesores, se lo propongan o no, son para sus estudiantes modelos de los estilos, de las estrategias de aprendizaje que utilizan y de actitudes frente a los saberes.
En este contexto, los maestros desempeñan un papel crítico en las actitudes de los alumnos hacia la lectura, su estímulo e influencia posibilitan que los estudiantes adopten una actitud positiva o no hacia esta forma de aprendizaje. Dado que son modelos a los que se observa y de los que se aprende, es preciso fomentar que los maestros lean, que utilicen la lectura dentro del salón de clases, de esta manera se estará enseñando que los libros son parte importante del quehacer educativo y los alumnos aprenderán a valorar a la lectura en su formación intelectual y humana.
Asimismo, las condiciones para
ejercitar la práctica lectora en la escuela no siempre son propicias. El
maestro considera que hay otras actividades más relevantes por efectuar en
clases o extraescolarmente, aun cuando para la realización de estas últimas se
tenga que leer, porque por ejemplo, llevar a cabo una investigación requiere
necesariamente de la lectura; estudiar las notas o apuntes de la clase,
elaborar una monografía, contestar un cuestionario o hacer un resumen, también
la presuponen.
El tiempo que dispone el alumno para comentar su lectura es mínimo en comparación del que ocupa el maestro, tanto para exponer un tema, como para explicar un contenido curricular.
En la institución escolar la lectura
rara vez es continua, más bien suele exigirse que se lea en breves e
intermitentes lapsos. Como docentes, a menudo asignamos a los estudiantes
tareas relacionadas con la lectura, las cuales pueden llevarse a cabo
adecuadamente si se ha logrado una buena lectura de comprensión.
La mayoría de las veces asumimos
incorrectamente que los educandos han desarrollado esta habilidad, y por lo
mismo no requieren de un apoyo educativo adicional; sin embargo, muchos
estudiantes leen, pero se les dificulta ir más allá de lo textual como para
realizar una interpretación y valoración de lo leído. No es suficiente con
leer, es necesario comprender lo que se lee, de tal manera que se pueda buscar
la información relevante del texto, tener aptitud para relacionar lo leído con
los problemas a resolver, desarrollar a través de la lectura la capacidad de
síntesis para elaborar conclusiones a partir del texto.
Como docentes con frecuencia solicitamos
a los estudiantes que sinteticen los textos que lean, que realicen resúmenes o
que enuncien la idea central de un párrafo, pero en pocas ocasiones dedicamos
tiempo y esfuerzo para enseñar lo que requerimos. Pasamos buen tiempo haciendo
preguntas a los alumnos, pero no les enseñamos cómo encontrar o deducir las
respuestas. En vez de limitarnos a hacer preguntas deberíamos modelar lo que
los alumnos deben aprende.
La lectura en la escuela permite
desarrollar una serie de habilidades cognoscitivas, que hasta ahora no han sido
del todo aprovechadas, por ejemplo:
El comentario o discusión de un texto
es algo necesario para el trabajo escolar, porque permite a los alumnos
formular conceptos y ayuda a determinar si los estudiantes estaban pensando en
lo que leían, mientras leían y si son capaces de expresar de manera
comprensible, algunas ideas sobre lo que han leído.
Las discusiones de grupo después de la
lectura silenciosa brindan la oportunidad de ayudar a los alumnos a desarrollar
estrategias de comprensión, así como propiciar que aprendan unos de otros. Por
ejemplo, si el objetivo de la clase es conseguir que los alumnos se hagan más
conscientes de la diversidad de tipos de información que se encuentran en un
texto, se pueden emplear diferentes tipos de preguntas que les exijan recordar,
analizar y emitir juicios.
Se inicia haciendo un repaso rápido
del contenido, donde todos pueden aportar algún dato o detalle; o bien,
comparar sucesos o encontrar semejanzas y diferencias existentes entre los
planteamientos. Posteriormente, se pueden plantear preguntas que requieran de
la elaboración de un juicio.
A menudo se deja que los estudiantes
lean por su cuenta, después de darles algunas instrucciones sobre lo que deben
de leer, pero no se les orienta acerca de cómo deben hacerlo, ni se les
explícita las técnicas ni los requisitos que deben cubrir sus respuestas o los
trabajos solicitados en función de la lectura realizada.
Los docentes pueden ayudar a los
estudiantes a desarrollar estrategias, a partir de sus propios modos de
trabajar, de los problemas y actitudes ante diferentes tipos de tareas, para
ello, es conveniente:
1.- Establecer fines cognoscitivos claros, especificar los propósitos de las tareas de lectura.
1.- Establecer fines cognoscitivos claros, especificar los propósitos de las tareas de lectura.
2.- Emplear estrategias de
representación de modelos con miras a leer para aprender, esto es demostrar
modelos de diferentes tipos de lectura.
3.- Estimular la discusión
metacognoscitiva, hacer comentarios sobre tipos de textos, estilos de lectores,
problemas de aprendizaje, dificultades de comprensión, entre otros aspectos.
4.- Organizar actividades para
analizar no sólo los resultados, sino el proceso mismo de lectura.
Este es nuestro problema del milenio como educadores. Sin acceso a la
lectura, no hay acceso a Internet y el analfabetismo digital, aunque
problemático, no es insalvable como la brecha, cada vez mas profunda entre un
analfabeto y una persona informatizada. Nuestro mandato, ya no vado, por
cierro, como educadores, es promover la promoción de la lectura porque por
mucho tiempo más, la cultura de lo escrito seguirá rigiendo el mundo, con y sin
computadoras y nadie estará más desprotegido, para sobrevivir en el mundo
actual, que un analfabeto.
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